miércoles, 6 de junio de 2007

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La vaca desatada


Por Jorge Lanata

¿Y qué vas a hacer cuando lo necesites a Telerman? –le pregunté a Daniel Filmus el jueves, por los micrófonos de Del Plata. Filmus se incomodó, no se lo esperaba. Y dio luego una respuesta de circunstancia: —Vamos, claro, a convocar a sus votantes.

¿Y qué vas a hacer cuando lo necesites a Telerman? –le pregunté a Daniel Filmus el jueves, por los micrófonos de Del Plata.

Filmus se incomodó, no se lo esperaba. Y dio luego una respuesta de circunstancia:

Vamos, claro, a convocar a sus votantes.

Anoche, quizás, él mismo debe habérselo preguntado.

¿Las diferencias entre ambos son profundamente ideológicas o sólo miserables puntos de vista sobre cómo construir poder? Ya casi nadie discute ideas en la Argentina: Filmus y Telerman pelearon por cobijarse al calor del pingüino y uno de los dos ganó.

El espacio que ambos construyeron a su alrededor tuvo más que ver con el azar y el devenir que con ninguna idea superadora sobre la Ciudad. Telerman sumó afiches, Olivera, la UCEDE, Sol Group, más afiches, algunas barras bravas, la gestión, más afiches, Andy Warhol, su pelada y otros afiches más.

Filmus reunió al Presidente, a Cristina, Alberto Fernández, Ibarra, respuestas esquivas sobre Río Gallegos, fuga y misterio sobre Skanska, cara de “qué-carajo-hago-en-este-afiche” con la corbata floja y argumento de “como soy el mejor ministro del país, ahora descenderé a jefe de Gobierno porteño”.

Por paradoja, no respondió la mejor pregunta que se le hizo durante la campaña: fue en el programa cómico Caiga quien caiga, habitual y casi único interlocutor del simpático Gobierno cuando le dijeron:

Usted dice que a Telerman ni siquiera lo quisieron para títere, ¿eso quiere decir que ahora el títere es usted?

Mientras Telerman y Filmus (y Olivera y Heller) peleaban en el barro recurriendo al pasado de cada uno para demostrar que todos tenían razón (sí habían estado con Grosso, o con Menem, o con De la Rúa, o con la Alianza, o con Ibarra, o con Cromañón), la sombra de un hecho incontrastable les caía encima sin que pudieran hacer alguna cosa para evitarlo: todos, sin excepción, habían gobernado o lo estaban haciendo.

¿Por qué, entonces, no pusieron en marcha una sola de las promesas que ahora anunciaban con facilidad?

Yo no soy político, y los políticos me tienen podrido –decía Macri a quien quería escuchar.

¿No era político el diputado Macri?

Quiero acabar con el clientelismo –decía el presidente de Boca.

Las encuestas le daban a favor, y a éstas Macri les agregaba un incierto porcentaje de voto vergonzante:

Nos va a votar mucha gente que no se anima a decirlo.

Como a Menem en la reelección.

Al cierre de esta edición, los porcentajes le dan sobrada razón.

En el caso del voto a legislador, la diferencia es aún mayor, ya que casi no tuvo corte de boleta: 43% Narodowsky y 16,5% Ibarra, segundo a los premios.

Pero ¿y entonces? ¿Ganó Macri o perdió el “ladriprogresismo”? (bautizado así por Artemio López en su bizarro blog Ramble Tamble).

“Tras dos períodos del festival ladriprogresista, a los porteños nos quedan como saldo –escribe Artemio– las brechas de inequidad distributiva más altas de la historia: 195 veces con Hannibal, 226 con el Teletubbi; los mayores niveles de pobreza e indigencia de la historia: 25% con Hannibal; la duplicación en la población de las villas de emergencia, que pasó de 80.000 con Hannibal a 160.000 con el histriónico Teletubbi; la multiplicación por tres de las casas tomadas; la decadencia del sistema de salud, y la mayor burocracia gubernamental del país, con más de cien mil empleados públicos.”

Macri se apoya en la baranda del Titanic y asegura que nada tuvo que ver. La orquesta ha cambiado de melodía.

Está claro, como estuvo claro otras veces, que nadie tiene la vaca atada y que la gente está harta de los que hablan para los demás pero gobiernan para sí mismos.

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