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El pulso político
Una pulseada perdida
El desborde social en Santa Cruz obligó a Néstor Kirchner a moverse como menos le gusta y buscar soluciones bajo presión. Esto implica mucho más que un simple cambio de actitud de la Casa Rosada. En la lógica kirchnerista, la convocatoria al diálogo con los maestros santacruceños significa una primera pulseada perdida en la pelea por el poder.
Más allá de lo que el lunes resuelva finalmente el Gobierno con los maestros en el Ministerio de Trabajo, en la Casa Rosada están convencidos de que había que actuar de inmediato por dos motivos centrales: en primer lugar, porque el conflicto toca de lleno al ministro de Educación y candidato jefe de gobierno porteño Daniel Filmus y, en segundo término, porque no son pocos los funcionarios nacionales que creen que la escalada de violencia no se frenaba con la renuncia del gobernador Carlos Sancho sino que apuntaba directo a la figura del Presidente.
Es probable que la relación entre Kirchner y la sociedad santacruceña no se haya quebrado aún. Pero, por lo visto, el Gobierno no quería arriesgar demasiado. Es verdad que hasta hace poco los gremios sólo apuntaban a la ineptitud de la dirigencia de Santa Cruz. También es cierto que en las últimas encuestas que tenía la Casa Rosada la ministra de Desarrollo Social y candidata a gobernadora Alicia Kirchner lideraba cómodamente los sondeos.
Habrá que evaluar, entonces, la sucesión de errores que parece haber cometido Kirchner en el camino, como señala la oposición, para que el conflicto se propague con tanta magnitud en su propia provincia. Desde un primer momento, el Presidente subestimó la crisis al compararla en tamaño con el conflicto que se había levantado en Neuquén tras la muerte del profesor Carlos Fuentealba. Buscó, a la vez, limitar el tema tierra adentro de Santa Cruz y nacionalizó la protesta de Neuquén con sus duras críticas a Sobisch. Pero no observó que la protesta de Santa Cruz estaba armada no sólo por docentes y estatales, sino también por la clase media, cansada de los excesos de poder.
En una segunda escalada de errores, el Gobierno calificó de "salvajes" a los manifestantes santacruceños. Para que no quedaran dudas de ello, en las últimas horas, desde Buenos Aires se reforzó el envío de uniformados de la Gendarmería que custodian edificios, rutas y la casa del gobernador.
A la vez, el Presidente supuso que el gobernador Sancho sería el fusible para erradicar el conflicto. Pero los gremialistas docentes y estatales dejaron en claro que iban por más y denunciaron el doble discurso de la Casa Rosada : esto es, mantener la ley de emergencia dictada por Kirchner en Santa Cruz en 1991 que impide el llamado a paritarias, mientras que el Gobierno acordaba con los grandes gremios aumentos salariales por paritarias.
La jugada de sentar a Filmus con los docentes santacruceños en el Ministerio de Trabajo tiene un doble riesgo: expone demasiado al candidato porteño del kirchnerismo y, a la vez, deja abierta la posibilidad de que detrás de los reclamos docentes llegue el pedido de los estatales y el conflicto se extienda en medio de la campaña presidencial.
El Gobierno acusó a la UCR de sustentar la protesta santacruceña. Sería darle demasiado aire a un partido que históricamente tuvo escaso peso en el territorio del Presidente, salvo en Río Gallegos.
La crisis de Santa Cruz alerta, a la vez que la distribución discrecional de la obra pública, los planes sociales y los aumentos de haberes con fines electorales no siempre resultan ser una garantía suficiente para mantener una provincia en calma.








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