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ELECCIONES 2007
EL USO POLÍTICO DEL PASADO
En su habitual columna de
Por Joaquín Morales Solá
La mayoría de los porteños se equivocó el domingo último. La gente (¿qué significa ese término que olvida las individualidades?) no tiene memoria. Tales fueron los argumentos que exhibió el oficialismo cuando se curó de la resaca que le provocó la fiesta de otro. El Presidente no tiene cura: su manera de hacer política es ventilando los prontuarios, ciertos o falsos, en el atril que no admite refutaciones. Así lo hizo con Mauricio Macri, de quien se había olvidado en los últimos meses. Mal comienzo para las interminables dos semanas y media de campaña electoral que restan hasta el ballottage.
La segunda vuelta es ya un despropósito político en las actuales condiciones electorales. Despropósito que se escuda, es cierto, en un claro mandato constitucional.
Esa mayoría social eligió, no se equivocó. En todo caso, la gestión futura de quien fue elegido les indicará a los porteños si se equivocaron o no. El hecho de predecir el futuro de las cosas públicas, y por lo tanto los aciertos y los errores sociales del presente, no carece de una considerable dosis de mesianismo.
¿La letra de
Por ahora, habrá segunda vuelta con la intención del kirchnerismo de perforar al electorado de Macri. Veremos qué hace el oficialismo dentro de una semana si no consigue, según sus interminables encuestas, ese objetivo. Degollado Jorge Telerman en la primera ronda, la carnicería se abrió para Macri, tal como estaba previsto en el cronograma de Kirchner. El pasado como discurso electoral. La batería contra Macri estaba preparada. Kirchner pudo recitar en el acto las veces que Macri votó en
El problema es que no se limitará a revisar del derecho y del revés la gestión de Macri como diputado nacional. Las carpetas sobre el candidato de Pro se amontonan en
Kirchner tampoco se privó de aludir, sin nombrarlo, a Franco Macri, padre de Mauricio. A una preparada cantinela del Presidente ("Mauricio, que es Macri"), el candidato de Pro le contestó con una ironía: "Filmus, que es Daniel y no Néstor". Con todo, lo más significativo del primer discurso presidencial fue que nunca reconoció el aplastante triunfo de su contrincante. No tenía la obligación de hacerlo, pero sólo si no se hubiera metido en la campaña capitalina. Metido como está hasta las narices, ese gesto democrático de su parte -que no sucedió- era necesario.
Por más dura que sea la campaña de los próximos 15 días, la pelea debería fijar dos límites muy concretos. El primero de ellos es que la vida privada de las personas corresponde a un ámbito intocable, casi sagrado. La sola mención de cuestiones que corresponden a esa esfera es un golpe bajo que no tiene justificación ni perdón. La protección de la vida privada es, también, el derecho que el propio Kirchner ha reclamado siempre para sí y que la prensa seria le ha reconocido.
Otra frontera debería consistir en establecer que los hijos no son culpables de lo que han hecho, bien o mal, sus padres. El padre de Mauricio Macri es un empresario polémico que ha estado muy expuesto durante décadas: ¿pagará Mauricio por lo que hizo o no hizo Franco Macri? Ese límite que distingue entre hijos y padres es también un derecho que Kirchner ha pedido para proteger a sus hijos de lo que hace su padre. Debe ser respetado también en su caso. Hay, además, una contradicción en esa referencia permanente al padre de Mauricio Macri. Kirchner y algunos ministros de su gobierno se llevan mejor con Franco Macri que su propio hijo.
Kirchner no les teme a las contradicciones. La acusación de noventista que le hace al macrismo es otra negación de su propia historia. ¿Setentistas contra noventistas? Pero ¿qué peronista, o cercano al peronismo, no fue noventista en la política argentina? Si ser noventista consistía en estar cerca o en adular a Menem, ni Kirchner puede salvarse de ese estigma. Muchos de sus actuales funcionarios fueron, también, figuras importantes en la década en la que reinó Menem.
Demasiada ideología para una sociedad que votó lejos de las ideologías y de los partidos. La estrategia de Kirchner consiste en ideologizar y en nacionalizar la campaña de los próximos días. Un modelo de país contra otro modelo, ha dicho. Será, según él, Kirchner o Macri.
Es cierto que la mayoría social prefirió a un candidato que expresa un mundo de ideas distinto del que gobernó en los últimos cuatro años. Pero Kirchner comete un error cuando hace esa confrontación. La experiencia y el sentido común indican que la segunda vuelta no podrá cambiar la primera cuando la diferencia ha sido tan grande. ¿Aceptaría Kirchner, en tal caso, que su modelo podría caer abatido por una votación inminente?
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