miércoles, 6 de junio de 2007

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Elecciones porteñas: Recetas para un Buen Gobierno

Si bien no se puede olvidar que una ciudad está inmersa en la realidad de un país, la globalización ha hecho que los centros urbanos puedan posicionarse en todo el mundo y tener identidad propia. Los alcaldes, entonces, resultan una figura clave para este trabajo de marketing en el que la regla es “ser y parecer”. Un informe especial de EDICIÓN i.

POR MARÍA JOSÉ BONACIFA

CIUDAD DE BUENOS AIRES (EDICIÓN i). El hecho de que Buenos Aires sea una Ciudad Autónoma no quita que, por ese motivo deje de ser una ciudad como tantas otras en el mundo. Quien rige los destinos es el Jefe de Gobierno, llamado en otros lares alcalde o intendente municipal.

Si bien los desafíos de conducir una ciudad son muy diferentes según la dimensión de territorio y población de la que se hable, existen pautas comunes que comparten los alcaldes (por unificar el término), en todo el mundo.

La campaña para la elección del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene una característica que la hace especial y es el hecho de que se la presente casi como una forma de plebiscitar la gestión a nivel nacional.

La gran visibilidad que tiene esta elección, por tener lugar en la capital de la Argentina provoca que cada uno de los pasos de la campaña sean seguidos por los medios de comunicación.

Desde la Casa Rosada, se acompaña o se deja a su suerte al candidato a Jefe de Gobierno según convenga puntualmente en cada ocasión. Las encuestas, como es habitual en la Argentina de hoy, van marcando el camino a seguir y la presencia o no de elementos del gobierno nacional en la campaña.

Los candidatos opositores al gobierno, intentan recordar que se trata de una campaña local y hacer foco en los temas “que le preocupan al vecino” , y este es un latiguillo que repiten cada vez que pueden. Con esto recuerdan que se trata de una elección municipal y no nacional.

Muchas veces se escucha a candidatos a ocupar alguna intendencia municipal hablar de temas de teoría política al más alto nivel, y no es que esté mal, pero la realidad es que los vecinos están más preocupados por saber cuándo taparán el bache de la esquina, por qué hace años que le prometen asfaltar su calle o cuándo habrá una baja en los carísimos impuestos que paga religiosamente y no le retornan en buenos servicios.

“Municipium”, nace en la antigua Roma tomando el modelo de las “ciudades estado” o las “polis” griegas, pero con ciertas particularidades. Se replicaba el modelo de Roma.

El poder de las ciudades devino de la propia dimensión del Imperio Romano. Su vasto territorio hacía imposible controlarlo todo, con lo cual se le dio a las ciudades el “municipium” o ciertas atribuciones que quedaban en poder de las autoridades locales.

Roma creó cuatro tipos de ciudades: colonias, municipios, ciudades aliadas, y ciudades sometidas. Un municipium era gobernado por un cuarteto, que era electo cada año.

Con el correr del tiempo, los gobiernos locales fueron perdiendo poder hasta vivir una época de “resurgimiento” de su autonomía que está ahora consolidándose.

Sucede que los gobiernos locales son cada vez más responsables por los destinos de sus ciudadanos, en una tendencia descentralizadora que tuvo lugar en las décadas de los ´80 y ´90. Se trata del llamado “Movimiento Municipalista”, que en el caso de Latinoamérica tuvo lugar con mayor fuerza en Brasil, Colombia, Chile y Bolivia.

Este periodo se caracterizó por la transferencia de importantes competencias y recursos que hicieron que la autonomía de los municipios tenga un crecimiento nunca antes registrado.

Hay que recordar que no siempre las autoridades locales fueron electas por el voto popular, si no que había tradición de una designación desde el nivel central. A fines de los ´90 se revierte la tendencia del centralismo, aún en la designación y se llega a una cifra de 16 mil municipios con jefes de gobierno electos democráticamente en toda América Latina.

De esta forma, las ciudades van cobrando personalidad propia y para el imaginario popular se “despegan” de país para presentarse ante el mundo.

Buen Gobierno

En el trabajo del experto en municipalismo, Mario Rosales, titulado “Conceptos y Prácticas sobre un Buen Gobierno Local”, dice que hay procesos que van mostrando cambios en la naturaleza de la acción local.

Ellos son, según Rosales:

• De productora de servicios a proveedora de bienes públicos. Las municipalidades no están obligadas ahora a producir los servicios que prestan a los vecinos, pueden contratarlos, licitarlos, delegarlos o trasferirlos del todo al sector privado o a la organización ciudadana.

• De administración municipal a gobierno local promotor del desarrollo (humano y sustentable según el PNUD). Antes los municipios hacían sólo lo que la Ley les asignaba como competencias –muchas veces ni siquiera eso-, ahora las municipalidades deben “adelantarse” a la norma y hacer lo que los ciudadanos esperan para resolver problemas e impulsar el progreso.

• De administración vertical, normativa y rígida hacia una “gestión participativa” interna y externa centrada en el capital humano municipal y en el capital social local. Tradicionalmente la autoridad “mandaba”, dado que tenía el poder para hacerlo. En la actualidad la capacidad de “hacer cosas” se encuentra dispersa entre muchos agentes sociales, de modo que la autoridad tiene que poner de acuerdo a muchos actores en torno a una política, so pena de no contar con legitimidad y medios para ejercer el poder

Otra de las características que presentan los nuevos municipios tiene que ver con las llamadas “prácticas de buen gobierno”, que se comparten entre los municipios locales a nivel regional y que genera un diálogo e intercambio de experiencias que resulta muy rico.

Se toma el “buen gobierno” como aquellos atributos que permiten la gobernabilidad.

El politólogo inglés Gerry Stocker, experto en temas de democracias locales ha delimitado cinco características para lo que se llama “el buen gobierno”:

1. El “buen gobierno” se refiere a un conjunto de instituciones y agentes procedentes del gobierno,pero también de fuera de él;

2. El “buen gobierno” reconoce la pérdida de nitidez de los límites y las responsabilidades tocante a hacer frente a los problemas sociales y económicos;

3. El “buen gobierno” identifica la dependencia de poder que existe en las relaciones entre las instituciones que intervienen en la acción colectiva;

4. El “buen gobierno” se aplica a redes autónomas de agentes que se rigen a sí mismas;

5. El “buen gobierno” reconoce la capacidad de conseguir que se hagan las cosas, que no se basa en el poder del gobierno para mandar o emplear su autoridad. Considera que el gobierno puede emplear técnicas e instrumentos nuevos para dirigir y guiar.

Gestión participativa

Otro de los puntos que se destacan en las características de los “nuevos municipios” es el de la gestión participativa. Una palabra que se ha puesto de moda entre los políticos que se quieren mostrar como innovadores y adaptados a los tiempos, pero que en la realidad no se aplica del todo.

Normalmente se cree que lo “participativo” es ir por las esquinas repartiendo encuestas de opinión para saber qué quieren los ciudadanos y así se da la idea de participación ciudadana. Pocas veces esas propuestas llegan a concretarse y tampoco existe participación en la cúpula del gobierno porque las decisiones son tomadas en forma unilateral por un pequeño grupo que rodea al alcalde.

Vale en este caso rescatar a Jean Jacques Rousseau quien definió a la democracia directa como la mejor forma de participación. Pero la participación no se limita al voto, si no que se trata de acortar distancias entre gobernantes y gobernados. En una ciudad, tanto más sencillo. La idea es estar en contacto, antes de tomar cualquier tipo de decisión, con los afectados por las medidas a tomar para saber qué opinión tienen al respecto.

Los expertos aconsejan el establecimiento de buenas relaciones entre los líderes locales es clave para que el trabajo fluya de la forma más eficiente posible.

Se recomienda la existencia de equipos de trabajo a los que realmente se les delegue ciertas funciones vitales para el manejo de las cuestiones del municipio.

También se recomienda una adecuada política de recursos humanos, para evitar caer en aquella lógica que señala a los empleados públicos como gente que permanece en su puesto más allá de su eficiencia o no.

Reclutar a los mejores y ejercer acciones de motivación, recompensas, ascensos por mérito para evitar cualquier tipo de suspicacias sobre prácticas de clientelismo.

En cuanto a determinadas políticas públicas, es una buena práctica que los ciudadanos sientan que no sólo han sido escuchados si no que tienen algún tipo de responsabilidad en su aplicación, por más pequeña que sea.

Otra forma de participación tiene que ver con el establecimiento de proyectos comunes con las entidades intermedias, ya que de esta forma se aprovechan las iniciativas de la sociedad civil y la ciudadanía no siente que sus esfuerzos van por un lado y las políticas de gobierno por otro. Algo habitual en la Argentina, por ejemplo, es que cuando se hacen reuniones para tratar el tema de seguridad pública; no asisten los representantes de los gobiernos. La comunidad está representada con todas sus entidades intermedias pero el ejercicio de la reflexión muere en el intento porque no hay una persona capaz en convertirlas en políticas activas.

Nada de eso sucede sin la suficiente confianza por parte de los ciudadanos en sus representantes. Por eso, los municipios deben ser lugares “de puertas abiertas” y su alcalde una figura visible y accesible para los ciudadanos. Es cierto que cuando se trata de grandes urbes es imposible atender a todos los problemas, pero debe ser capaz de hacer sentir a la gente que “está ahí”. Hay momentos, tanto de celebración como de tragedia, en los que la sola presencia de la figura del alcalde es vital.

Cabe recordar el caso Cromañón, en donde la ausencia de Aníbal Ibarra recibió duras críticas por parte de la sociedad. Como contrapartida, hay cientos de ejemplos alrededor del mundo en donde la presencia del jefe local ha sido vital para dar aliento, directrices y sensación de seguridad a los afectados.

El gran problema de la Argentina es que la clase política está en cierto sentido “divorciada” de la sociedad en la que vive y muchas veces siente temor a hacerse presente en lugares en donde la ciudadanía está exaltada porque las agresiones están a la orden del día.

Lo recomendable y deseable sería tener funcionarios que puedan caminar tranquilos por las calles, saludar a los vecinos y ser capaces de escuchar y resolver.
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OPINIONES

¿Qué se espera de un buen alcalde?

La revista estadounidense spokesmanreview hizo una encuesta entre sus lectores, les preguntaba ¿qué esperan de un buen alcalde?

Algunas de las respuestas fueron:

• “Quiero un alcalde que sirva a las necesidades de la gente en lugar de querer su propio bien”.

• “Poner el dinero en donde se supone que tiene que ir, no en sus proyectos preferidos”.

• “Lo que más me molesta es tener a violadores y criminales viviendo en mi barrio”.

• “Veo que la seguridad es el principal problema en nuestras calles”.

• “Un alcalde debe ser alguien que tenga un entendimiento sobre cómo se maneja la economía y el crecimiento”.

• “Alguien que se ocupe de los asuntos realmente importantes”.

La misma pregunta hicimos a los porteños, que respondieron:

• “Que no robe”

• “Que se ocupe de los problemas de la gente”

• “Me gustaría que de vez en cuando venga al barrio a hablar con los vecinos y ver los problemas que tenemos”

• “La ciudad es intransitable y un buen jefe de gobierno resolvería esta cuestión”

“Un jefe de gobierno tiene que poder resolver el tema de la inseguridad”

• “Alguien que se fije en hacer lo que promete y que deje de lado las roscas políticas para ponerse a trabajar”

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