lunes, 30 de abril de 2007

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EL PRINCIPIO DEL FIN

Por Miguel CHAZARRETA

Frente a un gobierno obstinado y autista, la multitud se movilizaba bajo la consigna de que “se vayan todos”. Dentro de la casa de gobierno funcionarios soberbios que no querían, no sabían entender su propia incapacidad; en las calles la muchedumbre que crecía al mismo tiempo que la bronca y la indignación.

Docentes, empresarios, obreros, estudiantes, comerciantes, peones, jubilados y amas de casa, Ricos y pobres. Católicos Judíos, musulmanes, ateos y protestantes. Radicales, peronistas, socialistas, comunistas y ciudadanos independientes. Comparecían de todos lados, de todos los sectores y codo a codo una masa de uniformada en una sola e indisoluble intención: Y es que a esa hora los reclamos sectoriales resultaban secundarios, lo principal, lo que amalgamaba, era el enorme deseo de cambio, no solamente de políticas, también de políticos. Había llegado la hora del pueblo y frente a semejante poder un gobierno que se debilitaba día a día, hora a hora, minuto a minuto, obstinado, soberbio, sin querer creer que los mismos que lo habían votado eran los que estaban afuera, demandando que se vayan.

Yo fui testigo. Sin percibir el final tenía el presentimiento de estar viviendo un momento histórico, único y sin precedentes. Empezaba a percibir el formidable poder del pueblo ganando las calles. Congregado pacíficamente con convocados, auto convocados, movilizados espontáneamente bajo la visión común del cansancio, de la paciencia agotada y de la comprensión que solo la intervención directa de la ciudadanía movilizada ubicaba las urnas en las calles y porque la próxima elección se presentaba lejana porque ya no dependía de tiempos, sino de acciones y la intuición que un gobierno agotado, consumido en su propio aislamiento, descreído y torpe, solo podía generar en sus funciones acciones circunstanciales que generan mas bronca y mas desconfianza.

Yo fui testigo. Me movilicé en esas largas jornadas deduciendo que la ciudadanía instalaba una bisagra histórica. Se constituía en protagonista. Que nunca más un gobierno, por más legal que haya resultado en su elección, podría deslegitimarse funcionando a espaldas del pueblo o incumpliendo sus compromisos electorales. El Pueblo, por fin, vislumbraba el alcance de su poder y que ese poder movilizado podría instituir un escarmiento eficaz frente a un gobierno ausente.

Yo fui testigo y en mi ánimo pugnaban sentimientos encontrados. Porque no eran esos tiempos estos tiempos de la Santa Cruz de los KIRCHNER. Eran los últimos días de Diciembre de 2001 y el gobierno que caía era el de Fernando DE LA RÚA en el que había volcado toda mi confianza militante. Y su caída parecía tan justa como irremediable. Tan cierta como necesaria.

Hoy también soy testigo. A casi seis años de las movilizaciones en el tórrido verano porteño me pesan hoy, aquí en el frío santacruceño, las mismas sensaciones. El mismo autismo de aquel gobierno nacional que se replica hoy y aquí en el gobierno provincial. La misma impotencia de aquel gobierno nacional que se repite hoy y aquí en el gobierno provincial. Y el mismo desencanto, la misma bronca y la movilización de un pueblo congregado en las gélidas tardes y noches de este invierno que hoy y aquí proclama que se vayan todos, que ha perdido el miedo y que nunca más se resignará al autoritarismo y el sometimiento, venga de donde venga. En definitiva: es el mismo principio… es el mismo fin.

miguelchazarreta@gmail.com

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