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Opinión
Un ciudadano común, creyente de las bases democráticas y federales, puede pecar de ingenuo en su afán de interpretar el comportamiento de las acciones que el Estado muestra a su cargo. Tal el caso de la situación que padecen los santacruceños, sin fronteras ideológicas ni distinción de banderas. Lo que comenzó siendo una legítima protesta de los docentes de aquella provincia, se convierte hoy en una cruzada multisectorial, teñida de renuncias y amenazas de quiebra institucional, donde funcionarios de alto nivel deponen su puesto en pos de una confrontación que no debería ser irreversible sino más bien abierta al diálogo, que hasta ha contado con la intervención del máximo representante de la iglesia.
Desde el 5 de marzo del corriente, los alumnos sólo recibieron 18 días de clases; los docentes cobran menos haberes desde hace 17 años (ahora agravado, no sólo por el magro básico que perciben sino por los descuentos desmesurados, en negro y a causa de la protesta); los gendarmes se apostaron en las escuelas y en las rutas; la mayoría de los responsables de la conducción pública se esconden de sus representados; gremios de otros sectores se sumaron no sólo solidariamente sino por la propia necesidad de reclamar en su problema salarial; el derecho a paritarias directamente fue suprimido. En una interminable lista de conflictos, ¿qué cabe más: la indignación o la esperanza?
Me pregunto: ¿necesitamos lamentar otro Fuentealba? ¿Ser camioneros o ganaderos para solucionar con diligencia un problema de raíces tan profundas como remotas? ¿Cuándo se decidirá el gobierno a actuar? ¿Qué está ocultando verdaderamente la cúpula -estatal y nacional- detrás del mutismo impuesto? ¿Qué es tan grave en el gobierno provincial para evitar una conciliación que al primer intento se anula?
Es una condena que la acción de un gobernante, y los giros coyunturales, puedan anticiparse como figurillas repetidas de un interminable libro de textos ¿Cuándo surgirá un líder que nos sorprenda? ¿Quién gerenciará un país despojado de intereses particulares y de cálculos electorales? ¿Cuál es la lección que hemos de recibir para evitar el castigo de sobrevivir como testigos pávidos del azar o del camino trazado?
¿Qué subyace en la mayoría de los ciudadanos medios? El silencio y la resignación. La impostura de una clase política que dirige los destinos de una sociedad opaca, con un pensamiento crítico acotado, sin el anhelo del análisis o simplemente el recuerdo de la memoria remota para comprender los hechos actuales –y no siempre los más relevantes-, que deposita en un puñado de indiferentes el timón de los sucesos como vienen, ajustando las consecuencias a la culpa ajena.
Cierta vez, un profesor de historia me enseñó que la revoluciones suceden si hay cambios estructurales fuertes, que revoquen radicalmente la posición de turno. Y es cierto, ni siquiera
Perecen, en el camino, algunos individuos que se destacan en los epitafios forjados sólo por el presente, quienes se convierten en personajes póstumos de la historia, encolumnando biografías efímeras hasta que otra muerte los solape o directamente los golpee. Reproches sobre otros intereses –quizá justos pero más impotentes- camuflados bajo el sigilo y la espera de aquello que alguna vez se obtendrá para el bien común.
En Argentina el término democracia es meramente un sustantivo, que sepultó la conciencia cívica bajo fusiles con objetivos pseudo patrióticos (ni discutir de participación ciudadana sistemática), pergeñando una cultura que se ahoga en la más ciega de las posibilidades de transformación o estímulo, y disfrazando en el estómago de los sordos la verdadera intención de solucionar lo que se critica con brazos cruzados.
Esta simple ciudadana, preocupada por la marcha actual de eventos impensables en un marco político pluralista y democrático, apela a toda la comunidad. Por eso, invito a ver y oír lo que el Presidente Kirchner y su círculo más cercano se niegan a enfrentar; a Filmus que afirma su postura, aludiendo que son cuestiones locales y evita -con discursos trillados- la responsabilidad otorgada en su cartera; a los próximos votantes que quieran participar pacífica y solidariamente de la acción cívica.
Exhorto a informarse y a divulgar una verdad ya ineludible, aunque usted no se halle identificado con este texto. En http://www.opisantacruz.com.ar/, un sitio periodístico independiente, hay información disponible para aquellos que quieran saber. Allí me enteré de los eventos más urgentes, cuando buscaba material de investigación para mis estudios, y la situación no hizo más que despertar mi actitud movilizadota a través de la palabra. Y si bien seguía las noticias a través de los medios más conocidos, pude reconocer que éstos han descrito apenas una mínima porción de la envergadura que abarca.
No pido denuncias ni venganzas por el destino que nos abruma. No pido amenazas coercitivas ni rupturas de las redes democráticas. No pido reprimir la diversidad ideológica.
Sólo insto a que todos sepan, que se tome conciencia de una realidad en curso y que, de alguna forma, podamos ayudar desde los sitios que centralizan el poder para mostrar qué está pasando en un lugar recóndito para los habitantes en general; que podamos proponer un avance, una nueva forma de aceptar, opinar y reparar. Ya no alcanza con describir ni explicar, es necesario influenciar y participar.
Es hora de transformar esta hegemonía en un espacio de comprensión y pluralidad. Es tiempo de cambiar y escuchar el justo reclamo de trabajadores que no piden más que un aumento de sus haberes. Lo demando antes que sea tarde, antes que se agrave más lo sucedido, donde no se restauren modelos obsoletos de la política, sino una seria y ejecutiva presencia de quienes tienen a su cargo la responsabilidad de conducir una nación. No esperemos castigar con el voto, apelemos a ejercer una real vocación y compromiso con los mismos que nos instruyeron desde el seno de la participación.
Injusticia. Represión. Violencia. Muerte. Dolor. Impotencia. Palabras que no son sustantivos, son prácticas constantes de la actual sociedad argentina.
Ana L. Acquisto – Estudiante de Administración, FCE, UBA







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