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Yo pensaba hace unos meses mirando un noticiero local, que nunca llega a informarme, lo ingenuos o temerosos que debíamos ser nosotros para soportar tantos manejos a través de tantos años, siendo todos parte de una realidad que parecía ajena, montada en la tierra de los ojos vendados.
Hace unos días que ya no miro el noticiero, es que allí por fin no hay nada que ver. Porque la verdad salió a la calle y, aunque lo intenten, ya no se puede ocultar. Ya van 6 semanas de protesta, parece mucho tiempo, pero acá no lo es. No lo es porque el silencio fue grande y hay demasiado para decir.
Empiezo a caminar lentamente y a mi paso observo el paso de otros. Yo tengo 21 años y a los que veo ahí los siento cerca, no porque pertenezca a algún gremio, sino simplemente porque recuerdo que hace poco, ellos me enseñaban y me contenían y hoy ese compromiso de vocación lo tienen con otros. Ellos son los docentes, ni mas ni menos que los docentes, los que se encargan de formarnos que no es poco, suplicando algo tan necesario y postergado como un aumento al básico y un sueldo en blanco.
Por un momento me quedo parada frente a un grupo de militares y policías que parecen dispuestos a todo. De pronto veo que se multiplican, ya no están solo custodiando edificios oficiales o calles próximas, ahora los veo en las puertas de las escuelas diciendo lo que se debe hacer, en esos momentos se me vienen a la cabeza imágenes de otra época que, por suerte, no me tocó vivir. Quédense tranquilos, nosotros si tenemos memoria.
Algo que no deja de sorprenderme hace ya 6 semanas es la fuerza que a pesar de la “valentía” de los cobardes que conocemos de memoria, empezó a tener la sociedad. Fuerza para seguir luchando por la causa justa, aprendiendo de a poco a dejar atrás el miedo para levantar la voz. Fuerza para decir basta soportando lo que venga y resignando lo que sea. Fuerza para bancarse tanto dolor. Para convencernos de que el docente brutalmente asesinado en Neuquén es una clara muestra de quién se equivoca y arremete.
A medida que pasan los días siento que nos unimos más, es que la lucha no es de ellos solos, ya nos incluye a todos y las causas son similares. Ellos, los de guardapolvo blanco, nuestros maestros, lograron dar ese inmenso paso, ese paso del que ya no podemos volver, el que nos para de pie ante un estado que siempre estuvo manejado, porque nunca pudo poner en la canasta lo que hacía falta para dejar de ser marioneta.
Nosotros, los adolescentes, los jóvenes de la provincia, algo entendemos. Sabemos lo que es manipular, mentir, engañar, amenazar, intimar y difamar. Lo sabemos porque siempre lo vivimos y ya no lo soportamos. Pero hay otros, los mas bajitos, los que recién empiezan, que no entienden porque sus escuelas están custodiadas o porque sus maestros son injuriados y tratados como delincuentes en esos afiches, que encima, son poco inteligentes, o porque hay “contramarchas”. Yo pregunto, ¿A ellos, el gobierno les va a explicar algo? La respuesta es imaginable. De lo que se olvidan los verdaderos “distraídos”, es que la educación nunca es un gasto y menos en una provincia rica, que, claro, nunca vio la plata.
Recurro a una frase hecha: “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, no queremos mas pasado, lo repudiamos, y nos revolcamos en el pasado, queremos futuro y educación en Santa Cruz, y les inculcamos mentiras a nuestros hijos. Así la hipocresía se vuelve muy evidente. Los trabajadores, creo que por reclamar pacíficamente algo tan justo como aumento al básico y salarios en blanco, no se convierten en delincuentes, me parece que a algunos, que dan “manotazos de ahogado”, el concepto todavía no les queda claro por eso pretenden enfrentarnos de maneras tan bajas, cuando lo que deberían hacer es sentarse a negociar y tratar de acordar. Seguramente pronto hablarán, pero desde luego lo harán pensando en la “imagen” personal y no en la veracidad de los reclamos o lo justo del diálogo. No es cuestión de quitarle méritos a las buenas obras en la provincia, pero cuando la corrupción se acentúa y los intereses están sobre el propio pueblo que confió, el resto queda tapado y necesariamente pasa a segundo plano. Recuerden que nadie les dio la pala, no son las víctimas, ustedes mismos desde la indiferencia y la soberbia, cavaron el propio pozo.
Caminando de regreso, luego de ver lo que nunca pensé llegar a ver en esta provincia y en muchas otras, tengo en claro solo una cosa, cada uno de nosotros se hartó de que se caguen en el compromiso que un día asumieron. A los dirigentes, los elegimos nosotros, y a estos en particular, ya los conocimos bastante. La verdad es la única realidad, por eso, ya es hora que Dios y la patria se los demande.
Hace unos días que ya no miro el noticiero, es que allí por fin no hay nada que ver. Porque la verdad salió a la calle y, aunque lo intenten, ya no se puede ocultar...
Tamara Sarmiento







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