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La situación
Si el poder se mide en el Gobierno por la cantidad de recursos financieros que se manejan, ningún ministro de Kirchner acumuló tanto poder real como Julio De Vido. Nunca, tampoco, en los últimos cuatro años la figura de De Vido apareció tan debilitada como ahora. El escándalo Skanska estalló muy cerca de su despacho, porque las cuestionadas obras estuvieron en jurisdicción de su cartera, y el sistema de subsidios al transporte, que eclosionó con el fuego y la furia de Constitución, también están dentro de su competencia. Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
Desde la remoción de los dos funcionarios citados por el juez (el ex presidente del Enargas Fulvio Madaro y el ex administrador de Nación Fideicomisos Néstor Ulloa) hasta la rescisión de la concesión de ferrocarriles, ayer, todas las últimas noticias vinculadas con el ministerio de De Vido las anunció públicamente el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, su eterno adversario dentro del Gabinete. ¿Ha ganado uno sobre el otro? ¿Es De Vido un hombre terminado? ¿Cómo ahogará la política sus pasos?
Otra versión frecuente en los pasillos del palacio indica que, tras las elecciones capitalinas del próximo 3 de junio, sería De Vido quien retomaría la iniciativa, porque Alberto Fernández quedaría debilitado si Daniel Filmus no ingresara en la segunda vuelta. Es probable que entonces se comience a hablar de la muerte prematura del jefe de Gabinete y de la milagrosa resurrección de De Vido. Ninguna de esas especulaciones, las que refieren a uno y a otro ministro, carece de ingenuidad. Las dos suponen a un presidente apático, lejano en la toma de decisiones, empujado por su entorno a la consumación persistente del error.
La historia indica que los entornos nunca son culpables de nada. Cada jefe tiene el entorno que quiere, y en el caso de Kirchner es él quien toma todas las decisiones, sean éstas pequeñas o grandes, tácticas o estratégicas. En todo caso, la culpa más comprobable de los entornos es la incapacidad que tienen para decirle al jefe que no. Hasta podría endosárseles el pecado que cometen todos los cortesanos: a veces no quieren ni hacer ni dejar hacer.
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La política argentina se dejó llevar siempre por la demonología, y es fácil ahora demonizar a De Vido. Pero ¿ha hecho algo De Vido sin la orden o el consentimiento del Presidente? Una vieja definición de De Vido sobre su misión en la política describe mucho lo que sucede entre las herméticas paredes del Gobierno: “Soy un soldado; hago lo que el jefe ordena”, dijo. Ese es su error, porque un ministro es algo más que un recluta, pero es también su atenuante en la adversidad de estos días.
En efecto, el Ministerio de Planificación no es más que una extensión del área presidencial. Muchos de sus secretarios de Estado, y hasta algunos directores, tienen relación directa con Kirchner y, en algunos casos, hasta se dan el lujo de estar enfrentados con el ministro. Es la situación, por ejemplo, del secretario de Transporte, Ricardo Jaime, un funcionario que no necesita de De Vido para acceder a Kirchner. Frecuenta al Presidente desde antes de conocer a De Vido.
Jaime maneja discrecionalmente subsidios al transporte por más de 3000 millones de pesos anuales, también a través de oscuros fideicomisos, formados en estos casos por un impuesto al gasoil que paga toda la sociedad. Casi el 50 por ciento del ingreso de las empresas de transporte proviene de subsidios estatales. Es la forma que Kirchner encontró para subsidiar las tarifas, muy bajas con respecto a cualquier país latinoamericano. ¿Con qué controles? Eso es harina de otro costal. Hay muchos países en el mundo que subsidian el transporte, sobre todo el ferrocarril. Pero la mezcla de millonarios subsidios y servicios de pésima calidad es, definitivamente, un producto de la inventiva argentina.
Kirchner les echó la culpa ayer a las privatizaciones de los ferrocarriles hechas por el gobierno de Menem, en 1994, pero no hizo ninguna mención de los muchísimos millones de pesos que salieron del Estado en los últimos cuatro años a los concesionarios de transporte, algunos de ellos empresarios muy cercanos al equipo gobernante.
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El caso Skanska no es muy diferente. El relevado Madaro es un sureño amigo del Presidente y lo mismo sucede con el secretario de Energía, Daniel Cameron, también viejo conocido de Kirchner. En síntesis, ninguna decisión, ni ninguna designación, pudo hacerse nunca en el Ministerio de Planificación sin la propuesta o la aprobación presidenciales.
¿Es culpable Alberto Fernández de la decisión política que prescindió de Jorge Telerman en
Fue, en todo caso, el que le llevó a Kirchner la terna de eventuales candidatos del oficialismo. Kirchner eligió a Filmus, como él mismo acaba de reconocerlo en declaraciones públicas. El Presidente pudo, incluso, esquivar cualquier consejo de Fernández, porque Telerman tenía hasta hace poco un diálogo frecuente con De Vido y con el secretario legal y técnico de
Es posible –cómo no– que algunos funcionarios unan lo útil con lo agradable. Fernández no le tiene ninguna simpatía a Telerman, y De Vido le tiene una desmedida simpatía al sistema de fideicomisos. Pero son, en todos los casos, simples ejecutores de quien se atribuyó la responsabilidad exclusiva de hacer y deshacer los hilos de la historia.








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