domingo, 22 de abril de 2007

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JOSÉ Y EL TIEMPO

El cielo es gris. El frío patagónico se hace sentir de la misma forma, pero algo cambió. José tiene 80 años, un verdadero histórico de la capital santacruceña, pero hoy su mirada desconcierta. Sentado al lado de la estufa mira por la ventana. No entiende, hoy la política lo sobrepasó, hoy algo lo asusta, hoy algo lo marea. No entiende, creía haber visto la misma imagen hace 25 años, cuando un hombre en estado etílico ordenó una guerra sin sentido.

Hoy las cicunstancias son distintas, pero lo que ve lo traslada a 1982, cuando los riogalleguenses no salían de sus casas y las fuerzas de seguridad patrullaban cada media hora. Martín, su nieto de 11 años, juega en la vereda sobre la calle San Martín. José sabe que hoy no fue al colegio "por esto del paro, ¿vió?". Todavía recuerda las lágrimas que soltó cuando ese flaco desgarbado en el que confiaba, anunciaba con seguridad que se habían terminado "cien años de soledad". Era su última esperanza de ver crecer a su ciudad, a su provincia y a su país. Hoy nota con tristeza que la pelea entre unos y otros, ellos y aquellos no cesa y sus deseos se los aniquiló la realidad. Observa como aquellos jovenes que miraba con envidia, hoy son adultos que se olvidaron de sus origenes. "¿Y mira que hablaban lindo eh?". Todavía recuerdo cuando a muchos de ellos los iba a escuchar a la unidad básica del barrio. Hoy los desconoce, los ve ciegos de un poder que no les pertenece.

Sigue mirando por la ventana y vuelve a ver a la Gendarmería, esta vez acompañada de efectivos de la Guardia de Infantería de la Policía Provincial. Cada vez se apena más, "¿Qué pasó?" se pregunta con angustia. Intenta ver por la televisión que pasa, que es lo que ocurre. La tele no le dice nada y el diario de siempre, ese que compraban sus padres, parece de otra ciudad. "Viejo, tenés que meterte en internet, ahí dicen todo", le dice su hija que lo quiere llevar a la marcha de hoy. Para José, internet es un invento de locos y apenas sabe de que se trata. La protesta de hoy lo pone mal, él no es de un lado ni del otro, pero entiende que lo que se vive superó la coyuntura. El no quiere esto, sólo quiere que a su nieto no lo custodie Gendarmería, no quiere que sus nietos vivan, ni remotamente lo que a él le tocó vivir.

José recuerda las ganas de su juventud, las ganas por querer cambiar las cosas. Recuerda esos discursos que lo contagiaban. Se saca su boina, la fiel compañera, se acomoda sus pocos y canosos pelos: "¿Me pasás a buscar?"


Fuente: "...No cualquiera suma sin restar..."

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