jueves, 12 de abril de 2007

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Misa por Fuentealba

EL OBISPO ROMANÍN CON UNA FIRME HOMILÍA RECHAZÓ LA VIOLENCIA POR INJUSTIFICADA E INDIGNA DEL HOMBRE

Con cuidadas palabras pero enorme firmeza el Obispo de Santa Cruz y Tierra del Fuego lanzó un mensaje en el oficio de una misa en homenaje a Carlos Fuentealba. La reflexión y la razón fueron tentadas por el prelado a aparecer en las acciones de quienes tienen las decisiones en los gobiernos. La Iglesia estuvo colmada.

Anoche en la Iglesia del Obispado de Río Gallegos el Obispo Juan Carlos Romanín ofició una misa por el eterno descanso del maestro neuquino Carlos Fuentealba asesinado por fuerzas policiales en una revuelta callejera en Neuquén capital cuando los docentes llevaban adelante un reclamo por mejores salarios.

La nave de la Iglesia estaba totalmente colmada de feligreses, entre ellos muchos docentes que estaban allí para rendirle homenaje al compañero muerto. El Obispo entonces realizó una emotiva homilía cuyo texto OPI lo reproduce textualmente para conocimiento de sus lectores:

Hace unos días moría asesinado el profesor de química de Neuquén, CARLOS FUENTEALBA, por eso hoy estamos en la Casa de Dios para elevar nuestras oraciones por su eterno descanso y por el consuelo para su por su familia, sus amigos, sus colegas, su pueblo.

Vamos a pedir también por la justicia, por la vida, por la verdad, y por nuestra paz social.

Sabemos que Dios es un Padre Bueno que nos ha creado a su imagen y semejanza y que nos invita a mirarnos y tratarnos como hermanos.

Este Dios que es amor, que es paz llama a toda la creación a construir esa paz.

Pero sabemos y creemos que la paz es fruto de la justicia, y que peligra cuando al hombre no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre. Peligra cuando no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada hacia el bien común. Construir una sociedad que busque y logre el desarrollo integral de las personas y de los pueblos, requiere de manera esencial la defensa y la promoción de los derechos humanos.

Para prevenir violencias y conflictos sociales, es absolutamente necesario crear escenarios de encuentro, de respeto, de diálogo, de responsabilidad social e histórica. Sólo en un dilatado clima de concordia y opción por la justicia, puede madurar una auténtica cultura de paz, donde todos estemos convencidos de que nada justifica la muerte de una sola persona.

La violencia no constituye jamás una respuesta justa. La Iglesia proclama, con la convicción de su fe en Cristo y con la conciencia de su misión, “que la violencia es un mal, que la violencia es inaceptable como solución de los problemas, que la violencia es indigna del hombre. La violencia es una mentira, como dijo Juan Pablo II, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestras tradiciones, la verdad de nuestra humanidad. La violencia destruye lo que pretende defender: destruye la dignidad, destruye la vida, destruye la libertad del ser humano.”

Sólo desde el amor y el diálogo sincero se puede buscar el bien común, encontrar el respeto mutuo, el trabajo digno y estable, la justicia social, el buen trato, las palabras cuidadosas, la preocupación por el bien del otro, la rapidez para perdonar, la paciencia y la tolerancia, la serenidad tenaz en las dificultades.

Las dolorosas situaciones que se han vivido en estos últimos tiempos, son un signo de que no estamos bien. Algo anda mal. Hay realidades que todavía exigen respuestas de fondo. Hay soluciones que tardan mucho en llegar. Como hombres y mujeres de fe, tenemos que tener una especial atención al rostro crucificado de Jesús en cada una de las personas que sufren, y hacernos cargo, desde la responsabilidad personal e institucional, de estas heridas sociales que nos lastiman a todos.

Dicen las Sagradas Escrituras: “Yavhé te muestre su rostro y te conceda la paz”.

Pidamos, entonces, a Dios su bendición. Recemos con Jesús la oración que nos hermana, para que “venga a nosotros su Reino”, para que “no nos falte el pan de cada día”, “para que perdone nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, para que “no nos deje caer en la tentación” de la violencia y de la muerte, y para que “nos libre de todo mal.”

La Santísima Virgen hizo también su experiencia de profundo dolor cuando le entregaron a su Hijo muerto en sus brazos. También supo esperar con entereza la resurrección de su Hijo. Como madre sabe muy bien lo que significa el dolor, el sufrimiento, la muerte, la vida. Que Ella sane nuestras heridas, consuele nuestros corazones, nos regale su paz y le dé a Carlos Fuentealba el eterno descanso.

Que su recuerdo sentido nos anime a decir basta de muerte!. Que así sea.”

Al término de la misa un número importante de concurrentes caminaron con velas encendidas y pasaron junto a la carpa blanca que estaba instalada en Roca y San Martín.

Cabe recordar que en Puerto Deseado el cura Enrique Lapadula y el párroco de Caleta Olivia en su ciudad realizaron su propia liturgia con el mismo objetivo que aquí lo llevó adelante Romanin, por un lado rezar por el descanso del profesor neuquino y por otro hacer eje en la necesidad de que las autoridades abran la posibilidad de un diálogo que abone una perspectiva de resolución a este extenso conflicto que ya entra en su quinta semana. (Agencia OPI Santa Cruz. Agradecimiento a la colega Mirtha Espina por su colaboración)

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